Primeros signos de alarma en la enfermedad de Alzheimer:

 

Con frecuencia los primeros signos de aparición de la enfermedad de Alzheimer pasan desapercibidos para el entorno de la persona que la padece. Achacamos a la edad ciertos fallos, que no necesariamente se dan siempre con el paso de los años.

Si bien es cierto que una persona mayor procesa la información de una forma más lenta, puede tener mayores dificultades en la denominación o en la fluencia de su discurso y puede tener de forma gradual más problemas de memoria a corto plazo; hay otras muchas funciones que se mantienen estables sin que se produzca un deterioro significativo. ¿Cómo puedo detectar pues, que se está produciendo realmente un deterioro de las capacidades cognitivas?

Donde debemos prestar más atención es en aquellas tareas familiares que la persona siempre ha realizado de forma habitual: cometer errores de procedimiento en platos que ha cocinado muchas veces, confundirse en las tomas de la medicación, perderse yendo a lugares conocidos, olvidar citas importantes que nunca antes tenía dificultad para recordar (como cumpleaños, visitas médicas, etc.) o cometer errores a la hora de realizar el pago en tiendas o comprobar el cambio que nos devuelven; podrán ser un indicativo de que algo está sucediendo.

También es común que las personas en estadios iniciales de deterioro cognitivo repitan informaciones varias veces al día, sin darse cuenta de ello: comentan el mismo hecho sin recordar que ya lo habían compartido con nosotros, realizan la misma pregunta aunque ya obtuvieron respuesta a ella o buscan reafirmación de forma recurrente para aumentar su sensación de seguridad y control.

Si tenemos dudas sobre si ciertos comportamientos suponen o no el inicio de un deterioro o una demencia, debemos siempre comparar dicha conducta con la que sería esperable por parte de esta misma persona, años atrás. Teniendo claros los cambios que sí son frecuentes con el paso de los años y las capacidades previas de nuestro familiar, nos será mucho más fácil detectar las conductas anómalas del presente. De esta manera, los cambios de humor inmotivados o la pérdida de interés o iniciativa en actividades que antes eran de su agrado, pueden ser también signos de alarma a los que debemos atender.

Aunque todos estos posibles primeros síntomas no interfieren de una forma significativa en su forma de vida, debemos darles importancia y consultar con un especialista para salir de dudas. Los profesionales en este campo (médicos de cabecera, geriatras, neurólogos o neuropsicólogos) podrán valorar la existencia o no del deterioro, realizar un buen diagnóstico diferencial y planificar un tratamiento que contrarreste los efectos iniciales de la enfermedad. Un diagnóstico precoz nos permitirá iniciar, cuanto antes, una buena intervención.

 

Sònia Maymó (Neuropsicóloga especializada en demencias)