Beneficios de la Estimulación Cognitiva en la enfermedad de Alzheimer:

 

El Alzheimer es un tipo de demencia que suele iniciarse con una pérdida de memoria, que va acentuándose con el paso del tiempo. Inicialmente los signos que nos hacen sospechar de la aparición de la enfermedad se centran en la presencia de preguntas o comentarios repetitivos, algunos episodios de desorientación cuando nuestro familiar tiene que desplazarse a lugares poco habituales, olvidos de citas o encargos y dificultades a la hora de encontrar las palabras adecuadas.

Pero es bien sabido que esta enfermedad no se circunscribe únicamente a esta capacidad cognitiva y que, poco a poco, va generalizándose afectando al resto de funciones mentales -atención, planificación, lenguaje, cálculo, praxis, etc.- así como a la autonomía en las actividades de la vida diaria.

Los tratamientos existentes en la actualidad desafortunadamente no han conseguido encontrar la forma de curar o revertir los síntomas, pero sí pretenden ofrecer una manera de enlentecer la progresión de los déficits y aumentar la eficacia de las capacidades preservadas.

En este sentido, la Estimulación cognitiva es uno de los tratamientos no farmacológicos que está proporcionando resultados más positivos en esta patología. 

 

Pero, en qué consiste exactamente la estimulación cognitiva?

Se trata de un conjunto de actividades programadas (y diseñadas de forma personalizada) que, partiendo de una valoración inicial que permite delimitar los déficits existentes, buscan trabajar las funciones que aún no se han deteriorado con el fin de garantizar su continuidad el máximo tiempo posible, a la vez que pretenden mejorar el rendimiento funcional de la persona.

Con esta finalidad, se realizan una serie de ejercicios en diversos formatos (fichas escritas, dinámicas orales, software informático…) que buscan entrenar las funciones mentales y dotar de herramientas que permitan compensar las alteraciones existentes. Pero no se trata simplemente de efectuar ejercicios de una manera monótona y rutinaria.

Es muy importante valorar y graduar la dificultad de las tareas a las posibilidades reales del enfermo, y es igualmente importante encontrar actividades gratificantes que llenen de sentido las sesiones de trabajo y motiven a la persona a continuar trabajando.

A través de este tratamiento se consigue, además, estimular el propio autoconcepto y mejorar la autoestima; así como ofrecer un espacio en el cual la persona es una parte activa en su intervención terapéutica y tiene una nueva rutina que está al alcance de sus capacidades reales. En los casos en los que este trabajo terapéutico se realiza en pequeños grupos, se refuerza también la socialización y el contacto con personas que tienen una problemática similar, hecho que evita el aislamiento y permite mejoras considerables en el estado de ánimo.

 

Por  todo esto es importante iniciar este tipo de estimulación en fases iniciales en las que aún son muchas las capacidades a trabajar y la implicación de la persona afectada es más efectiva. Si bien no podemos detener de forma permanente el declive cognitivo, combinar los tratamientos farmacológicos con este tipo de intervención consigue mejorar la calidad de vida de quien padece la enfermedad, y de  su entorno próximo.

 

Sònia Maymó (Neuropsicóloga especializada en demencias)